Un escupitajo a la cara del pueblo. Eso son
las explicaciones de la presidencia sobre el aumento en los precios de la
gasolina. Se escudan, dicen que no es culpa de la reforma energética, ni del
gobierno; dicen que el precio internacional del petróleo y el dólar subieron y
que si baja el precio del dólar o los precios internacionales del petróleo
entonces bajara el precio de la gasolina y el diésel. Lo que se traduce como “no
sabemos qué hacer y no vamos a hacer nada”.
En la explicación[1]
que dio el ejecutivo federal se habla sobre algunas medidas que se tomaron, que
son las siguientes:
Un recorte al gasto
del gobierno en casi 190 mil MDP, eliminación de 20,000 plazas laborales, una
reducción en sueldos y prestaciones de más de 7mil 700 MDP, y que a partir del
primer trimestre del año se reducirá la partida de sueldos y salarios de
servidores públicos federales de mando superior. Puede parecer mucho pero no lo
es tanto si lo comparamos con el presupuesto para el gasto corriente estructural
de este año: $ 2,012,722,490,279 (dos billones doce mil setecientos veintidós millones
cuatrocientos noventa mil doscientos setenta y nueve pesos) (Nuevo Presupuesto
DOF 30-11-2016) (. Pero lo que yo me pregunto es ¿de qué servirán estas medidas
cuando los precios de los combustibles queden totalmente liberados? El INEGI ya
muestra datos de inflación 1.51%(Proceso) para la primera quincena de enero.
La lógica del gobierno
y de la reforma se entiende: si hay varias empresas compitiendo se esperaría
que la calidad del producto mejorara y los precios bajaran, estoy de acuerdo,
pero ¿dónde están esas empresas ansiosas y preparadas para ofrecer el servicio?
Lo dijo Alejandra Palacios Prieto, presidenta de la comisión Federal de
Competencia Económica. “La creación de un mercado competido, con múltiples
jugadores, que es el objetivo de la reforma, no se genera por decreto (Proceso 2100).
Lo que me pareció más
descarado de las excusas del gobierno federal es el dato inútil de que el 50%
de la población consume menos del 15% de la gasolina, y el 10% más rico de la
población consume casi el 40%, que por eso el subsidio a la gasolina beneficia
más a los más ricos. Un análisis digno de Andrea Legarreta, cualquier
trabajador aun sin nociones de economía sabe que los precios de los
combustibles son inflacionarios. Creo yo que sobre todo el del diése pues los camiones y camionetas que
transportan nuestros alimentos a las centrales de abastos y a los mercados
funcionan con diésel, que hasta el pasado 3 de febrero estaba a 17.05 pesos en
promedio[2].
La fórmula para
calcular los precios máximos, para zonas donde el precio no esté flexibilizado
es: Precios de referencia internacional + Costos de logística de Pemex + Otros
conceptos, incluyendo los impuestos aplicables y el margen comercial para las
estaciones de servicio. Cabe destacar que el IEPS es y seguirá siendo un gran
lastre para los precios de los combustibles: 4.30 pesos por litro para la
gasolina magna, 3.64 para la Premium y 4,73 para el diésel.[3] Los precios máximos se
ajustaran diariamente, excepto los fines de semana[4].
No soporto que ahora
estemos tan pendientes del gobierno del vecino del norte cuando el nuestro nos
jode mucho más directamente y encima se burla de nuestro intelecto. Ahora se
nos pide unidad nacional con Peña Nieto para enfrentar a un peligro extranjero,
pero esa supuesta amenaza es un chivo expiatorio. Querido lector, tenemos que
limpiar nuestra casa primero.
[2] Acosta Córdova, Carlos y Cruz Vargas, Juan (2017). El desastre económico
perdió reflectores pero ahí vienen más gasolinazos. Proceso, 2100, 31p.
[4] Según el nuevo acuerdo: […] “d.
A partir del 18 de febrero de 2017 los precios máximos al público
tendrán una vigencia diaria, que comprenderá las 24 horas del día de que se
trate, excepto el correspondiente al día sábado que se aplicará también los
días domingo y lunes inmediatos posteriores, sin perjuicio de lo dispuesto en
el inciso anterior.” (DOF: 17/02/2017)
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